miércoles, 29 de septiembre de 2010

Alpes.

Cuando yo tenía unos siete u ocho años de edad, tenía un juego de mesa que era de animales. Era algo así como que estaban enjaulados y para rescatarlos necesitabas tener la tarjeta de la llave con el mismo color que la tarjeta del animal. Por ejemplo, la de la jirafa era fucsia; entonces: llave fucsia, jirafa libre, todos felices de la vida. Resulta ser ahora, que cada vez que leo, escribo, pienso o digo el apellido Arce mi imagen mental me figura la tarjeta que tenía al animalito alce. Era una hermosa tarjeta de color verde agua -qué mal si me leyeran mis condiscipulientes utilizando estos términos, pero así me entienden-. Y no sólo recuerdo esa tarjeta, sino que lo más pregnante dentro de mi cerebro es ese color, ese verde agua intenso que brillaba en el cartón de la tarjeta, y me sería imposible olvidar el olor de la misma. Entonces me doy cuenta de la cantidad de recuerdos ocultos que puede haber dentro del intelecto humano y que parecen no existir, hasta que entonces entra en escena algo más, ese factor desencadenante que hará que el recuerdo vuelva a nosotros como si estuviera siempre presente. Eso es lo que sucede entonces, vaya uno a saber cuántas cosas ocultas habrá dentro de cada cráneo, y vaya a saber en qué momento saldrán a la luz. Pensar que tan solo un mísero apellido despertó en mí semejante recuerdo. Y no me refiero a la importancia que tenga ese recuerdo en sí, sino a la situación de poder recordar tantos detalles y sensaciones que creía que el intelecto había descartado. Es decir, viví más de diez años sin pensar en ese juego, en ese momento ni en esos olores, y resulta que ahora por hacer mención a una palabra que no tiene importancia en mi vida todo esto se vuelve un gran flashback. 
Punto y aparte digo que, los colores son muy importantes en la vida de las personas, sobretodo en la infancia. Así que si usted conoce o tiene relación con alguien que conozca algún niño, pídale que ponga especial atención en el color de las paredes de su casa y su cuarto especialmente, las cortinas, acolchados, sábanas y almohadones. Porque cuando ese niño crezca, sus recuerdos estarán teñidos de ese color. Entonces, mi pequeña consideración sería apelar a colores vivos y variados, imagínese un cuarto todo blanco. Lindo, sobrio, elegante, etc. Pero sumamente aburrido y tosco para una persona de escasa edad, y completamente impersonal para teñir un recuerdo. Merock dice: fucsias, verdes, rojos y amarillos, colores que dilaten las pupilas y hagan de esos lugares un pequeño submundo, total, para aburrimiento y cosas toscas ya tenemos la realidad.

Ayer fue martes, no crean que no lo noté .

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