miércoles, 23 de febrero de 2011

Techo .

No sé, nadie sabe. Vaya verdades si las hay, esa es una en la que confío plenamente: nadie sabe. Nadie sabe qué, cómo, cuándo, dónde o por qué, nadie sabe nada. Yo, particularmente, puedo hacerme cargo de no saber, y sobretodo no poder entender por qué pasan las cosas, o quizás en un punto sí. Últimamente siento un gran desconsuelo que de no ser por mi esperanza de que me vengan a buscar me hubiera llevado a una gran depresión. No puedo entender el daño que se le hace al planeta, me genera mucho dolor, tampoco puedo entender por qué hay quienes hacen daño y se hallan satisfechos consigo mismos. Como siempre digo, no puedo juzgar, porque no soy quién, pero es que hay cosas que verdaderamente no puedo entenderlas y son las que me quitan el sueño y al mismo tiempo hacen que no quiera estar despierta; momento en el cual un ser humano pierde la cabeza: cuando no puede dormir y no soporta el hecho de estar despierto.
Soy muy sensible, como ya reconocí en alguna entrada anterior, y pequeñas cosas de todos los días pueden llevarme al llanto de un momento a otro. El solo hecho de pensar en mi situación laboral podría serlo, sobre todo cuando te lo hacen ver de la manera que sabés que es pero que venís evitando siempre para poder ir con una sonrisa y ganarte el peso. Ese peso, que sin embargo, no alcanzaría ni para un alquiler en una villa, y no estoy siendo sarcástica ni soberbia porque siempre guardo mucho respeto de las condiciones en las que puede vivir cada uno, y gente buena hay en todos lados, mala también. Es saber esto, pensar en que no puedo hacer ciertos planteos porque soy débil y por sobre todas las cosas porque me gana la vergüenza. Pero es cierto, hay gente a la que no le importa nada más que sus propias cosas y no piensa en el resto. Una persona soberbia, a la que no le falta nada, teniendo empleados que dan más que ella misma por su empres,a en condiciones de trabajo nefastas. Sin obra social, aportes, sueldo mínimo… Y bueno, es el consuelo del tonto, como yo, que piensa que está ahí por algo, que como experiencia algún día va a valer mucho y que solo será un recuerdo.
Es ver al país, ver cómo la gente chanta, que no trabaja, que miente y no le importa nada, absolutamente, esa gente se llena los bolsillos y lleva una gran vida. Es ver el daño ocasionado por la minería, los ensayos nucleares y demás inventos destructivos que hacen al planeta. Es ver también que este responde, pero que sin embargo no caen quienes deberían caer. Es ver que a mucha gente solo le interesa el dinero, y no son precisamente los que se rompen el lomo laburando, claro que no, a ellos solo les toca vivir con lo justo, siendo felices e intentando hacer felices a sus seres queridos desde sus posibilidades. Es ver que vendieron todo, es la impotencia y decepción que se siente cuando ves hasta una montaña alambrada, por dios, no entiendo cómo pudieron ponerle precio a cosas invaluables, a maravillas de la naturaleza. Es saber que vendieron hasta lo que no podían, y que encima esa plata está repartida en lujosos autos, mansiones, casas de verano, tapados de piel… Es ver que destruyen todo cuanto hay a su alcance sin importar las enfermedades y padecimientos que puedan generar. Es ver que no les genera un mínimo sentimiento el hecho de cargar con la muerte de miles de personas.
A todo esto, antes de hundirme en una depresión de la que nada me pueda sacar, es cuando pienso en que la ayuda va a llegar del más allá. Y hay señales, aunque cueste verlas. La hora duplicada, vamos, no puede ser en vano. El martes, el nueve, la novena esfera, el siete,el color magenta, es haber prendido la televisión hoy por la mañana y hacer zapping -cosa que jamás hago porque siempre me muevo entre dos o tres canales cuya programación me interesa- y ver un programa acerca de ovnis y evidencias en la vida real. Es también la desilusión que conlleva ver que esas experiencias le tocaron a otros seres y no a mí, pero bueno, intento convencerme de que tan solo vendrán a buscarme, para emprender ese viaje que tanto deseo. Es la desesperación que siento porque esto no sucede, y también la calma de sentir que llegará.  Son los nervios, el miedo de no poder captar las señales, el temor de dar un paso en falso y que todo se eche a perder. Es la ilusión, es haber pintado un cuadro que puede parecer abstracto pero que es sumamente figurativo y que lo hice para ellos, porque yo siento que están y me observan. Es pensar varias veces al día, decirles que me quiero ir… Es saber que ya hay quienes consideran que no estoy en mi sano juicio pero sin embargo sentir que voy progresando, y que por primera vez siento la verdad, siento lo que realmente necesito. Ya no más objetos, ropa, salidas costosas y demás placeres de la buena vida. Ojo, no digo que uno no vaya a darse un gusto, pero siento la madurez de saber que el mundo no se cambia con materialismos, que no conseguir algo no puede ser motivo de decepción y que hay algo enorme allá afuera esperándome.
Sacá el pasaje y pásame a buscar que yo, como siempre, te estoy esperando.

lunes, 21 de febrero de 2011

No disponible .

Es una dicotomía tan grande como el desorden que tengo en mi cabeza. Dos mil once, acá estás, tirame un centro, dale. Te ponderé durante todo un año, dije que te esperaba con ansias, que te necesitaba, que ibas a ser genial, y sin embargo... acá estamos. Podría ahora analizar el dos mil diez, fue sumamente interesante, pero creo que eso lo haré en terapia, cuando analice el dos mil seis y el dos mil ocho, dado que son los años de mayor relevancia negativa en mi vida. En el dos mil diez conseguí trabajo, eso fue muy positivo, y lo otro positivo es que aprendí muchas cosas, por el contrario, no estoy del todo de acuerdo con la metodología de aprendizaje. A ver, es cierto, no conozco el escarmiento, pero eso no quiere decir que tenga que aprender a los topetazos. Sonrío si miro hacia atrás por algunas cagadas que me mandé, por otras me quiero matar, pero a decir verdad por la mayoría sonrío porque no estuve sola en ese momento, y entonces no era yo la única mandándose cagadas. Puedo destacar el viaje a dedo, los varios viajes en tren fumando y escuchando música del palo, los estados particulares, las reuniones con amigas, las fotos, las teorías, y mostrarme diferente. Empecé a recibir palos allá por mayo cuando empecé a trabajar y veía que el tiempo no me alcanzaba y algunas personas que me rodeaban no eran capaces de comprender mi situación. Primero una cosa, luego la otra, y se fue abriendo un espacio para dar lugar a una de las cosas más increíbles de mi vida, oh sí, gran dilema, hubiese dicho en aquel momento. Antes de esto, creo que ligué un golpe muy fuerte que vino a recordarme que nunca debo olvidar de dónde vengo y quién soy, paralelamente podría decirse con una cuestión de amistades, amor y otros demonios. Las salidas se vivían como épocas de gloria, pero cuando te levantabas el domingo y mirabas por la ventana descubrías que nada había cambiado. Los gritos en la casa siguen, la lluvia no para y vos, como siempre, que sabés que no vas a ser aceptado. Ese fue el mejor momento del dos mil diez, porque lo viví con una adrenalina que me recordó viejos momentos, aquellos en los que uno es un joven y cree que puede dominar el mundo entero. Eso me gusta, que me hagan sentir chica, las pequeñas cosas, como siempre digo, es descubrir que soy feliz arriba de un colectivo que va a Vicente López y no gastando trescientos pesos en el bar más top de Recoleta. Pero era también tener esa incertidumbre, era escuchar un tema y recordar que en casa no piensan como yo, y de nuevo entonces, saber que no lo aceptarían. Y eso es doloroso, porque no es el miedo a no ser aceptado, sino la certeza de saber que hay cosas que no van a cambiar. Para variar, tengo el combo completo de factores que odia mi familia, pero como siempre digo, intento hacerme cargo. De esto no pude hacerme cargo, de esto que soy yo verdaderamente no puedo hacerme cargo y es lo que más me destroza por dentro. Es saber que por no hacer sufrir a los demás estoy renunciando a lo que de verdad quiero ser, o por lo menos lo que siento que soy, como siempre digo, no voy a jactarme de hacer lo que quiero sino lo que puedo. Venía bien, la venía careteando, un par de salidas, qué viva el rock, los recitales, los amigos... Pero como todo, se me tuvo que ir de las manos. Y un cabo suelto que lleva a otro, y alguna que otra pregunta incómoda lleva entonces a una nueva salida de emergencia. Como siempre digo, nunca decido lo mejor, sino lo más rápido. Y así fue una vez más, y sigo pagando las consecuencias. Es estar sentada, acostada, tirada, caminando o arriba de un colectivo y pensar que en realidad no soy esto. Fue también imaginarme muchas veces blanqueándolo y saber que era imposible, que con todos mis defectos no soy capaz de generarles semejante daño. Y vamos de nuevo entonces, en el dos mil seis escribía nerviosos papeles que un día dejé al alcance y fueron tema de debate. Eso fue un torpe descuido, aunque como siempre dije también, cuando me pasa algo doy todas las evidencias del caso para que lo noten, pero no funciona. Cada uno en su mundo, en sus problemas, hasta que un tercero viene a decir lo que está pasando dentro de su propia casa. Ya no me avergüenzan, al contrario, pero nunca alejaré de mi mente ese pensamiento, esa angustia de saber que en aquel momento me tenían al lado y no fueron capaces de verlo. De todos modos insisto, lo que pasó, pasó, fue y probablemente se manifieste de nuevo, pero lo más doloroso es saber que no pueden ver mis señales, mis cosas, y peor aún, lo más doloroso es saber que renuncio a lo que soy porque ellos jamás lo aceptarían.

Para comentarios optimistas favor de dirigirse a la sección Enero, la entrada inflamable es mi otra cara.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Botiquín .

Espacio, punto, siempre así, es que lo considero como con una carga diferente. Hoy experimenté una profunda tristeza, hacía un tiempo que no me sentía como me sentí hoy. Fue volver a no saber dónde quiero estar, dónde tengo que estar, qué es lo que tengo que hacer. Eso que me pasa, esas ganas de volar. Compré puchos antes de ir a trabajar, por primera vez el semáforo me dio el gusto de detener el colectivo antes de que lo pierda, y fui a trabajar, como siempre agradeciendo la cercanía que amortiza bastante los minutos tarde que llego. Me pidieron cambiar un par de notas, lo cual me fastidia desde el punto de vista que no es necesario entonces que me apuren durante el resto de la semana si luego van a hacer modificaciones cuando la revista está por salir; esa maldita costumbre que tiene de sentirse en el horno cuando estamos en excelentes condiciones. Óptimo, cuánto hace que no escucho ese término, antes era moneda corriente, aunque nunca llegué a implementarlo. De nuevo esos nervios sin sentido, esa sonrisa nerviosa sobretodo y las preguntas que no pensaba responder. Otra vez terminar el día sin la otra sensación, la que me genera una sonrisa aún más nerviosa, mañana tal vez suceda, o no, tal vez opte por una imagen mala onda y listo, en definitiva me pagan por hacer una mediocre revista, no por ser sonriente y buena onda con todos.
Después salí y ahí fue cuando peor me sentía, ese cuelgue irremediable. Fui a la parada del bondi pensando a dónde ir en realidad, me prendí un cigarrillo y me quedé esperando, boquiabierta como si todo fuera nuevo, típico de cuando me hallo en estos estados, es que a veces me pregunto si no tendré algo de autismo dentro de mí. Vino un 168 pero no subí, quería terminar el cigarrillo y el 151 me dio el gusto de llegar justo para que yo de mi última pitada y me suba. Pagué el boleto y me situé en los lugares para sillas de ruedas, mientras observaba los autos a mi alrededor y me planteaba mi fobia. Recuerdo que también cuando subí al vehículo vi que tenía el calco que dice que no se permiten vendedores ambulantes, pero en la siguiente parada subió un sujeto que no sé qué vendía porque no lo miré, pero sí escuché que dijo "salud y trabajo para todos" lo que hizo que yo me planteara los valores que puede tener cada uno, y una vez más me detuve a pensar en lo injusto que es todo, pero lo injusto que es todo acá en realidad porque creo que las jerarquías se encargarán del resto y sino, bueno, será otra cosa más en la que me equivoqué pero por ahora me dio alivio. En la entrevista psicológica recuerdo haber mencionado este tema, "me desesperan las injusticias, no puedo tolerarlas" dije. Y es que es así, yo estoy convencida de que voy a la mejor universidad porque es en esa casa donde se me enseña a pensar, a abrir la cabeza con una cuchara si es necesario, pero a abrirla, y nadie nos enseña cómo usar un maldito programa de pc que en definitiva con algo de tiempo y coraje lo aprende cualquiera, pero también veo que en realidad todo depende de los contactos y posibilidades que tiene cada uno, porque hay quienes no hacen prácticamente nada y ahí están, viviendo la buena vida. Por supuesto, esto también es subjetivo dado que el dinero no hace a la felicidad y el hecho de tener todo servido en bandeja ahora quizá refleje que luego no van a poder irse en paz, cosa que yo espero para mi próximo viaje. Empecé a sentirme mal entonces, triste, con ganas de no ir a ningún lado, de nuevo esa fastidiante situación de saber que quiero irme de acá, que no quiero estar más. Me propuse entonces releer un par de entradas anteriores cuando volviera. Antes de venir a casa fui a averiguar por el piercing que se me salió y el que quiero nuevo, pero tampoco estaba con esa necesidad de hacérmelo ni esas ganas o energía que me mueven a esos lugares, por lo que me limité a consultar y luego caminar hasta destino. Lo demás fue cuestión de tiempo, televisión, música, releer entradas antiguas y tratar de volver a la realidad, buscando sobre todo algo en qué enfocarme, dado que me disperso con mucha facilidad y me cuesta el doble salir de ese estado.

Como siempre, terminé dando vueltas, a ver si ponemos límites.

martes, 15 de febrero de 2011

Gato .

Dos capítulos más aparte de los previstos, seguro. Uno relacionado con la vida natural, llámese selva o entiéndase vivero mejor. Cuanto más logremos reducirlo a la unidad más se entenderá la cuestión. Sería una especie de delirio tornando al flashback, una expresión de un recuerdo que de no haber sido por un revival jamás hubiera existido, y este tema hubiera quedado exento de ciertos asuntos. Sería además como todos los cápitulos de mi novela: digno de una verdadera novela porque es la típica que pensás: “Esto en la vida real no pasa”, lo que termina por tornarla un poco chistosa también pero de no ser así creo que sería peor.
El otro capítulo debería relacionarse con varios asuntos como si agarramos y los metemos en una licuadora y luego a esta se le rompe la gomita de la base y se empieza a esparcir por todo el mármol de la cocina, abarcando nuestras manos, cayendo hasta el piso y salpicando nuestros pies. Así debe expanderse todo el conocimiento, aunque ya han dicho, más vale diez minutos de práctica que leerse todos los libros. Experiencia, ciencia, hipótesis, causa-efecto. Prosigo entonces con lo que nos compete, esta mezcla de asuntos. Sería uno de los capítulos que probablemente más demuestre la cuestión antes mencionada de ser o no ser (novela). En este momento me aqueja un ingrato ardor en los ojos producto de algún vicio probablemente, más un suave de dolor de cabeza, que creo que es más placentero de lo que creo, por lo que podría quitarse de la lista de cosas que me aquejan. Estoy dando bastantes vueltas pero es que mi cabeza va muy rápido y yo no puedo seguirle el paso, imagínese usted que yo ya no estoy para estas andanzas. Diciéndome primero que todo era una gran novela, que parecía salido de la televisión, que era una tragedia en  cuestiones  del amor. Que era la susodicha con desgracia, pero una desgracia sin suerte. La desconfianza real pero molesta, la adrenalina de siempre, los inevitables nervios y la admirable percepción, increíble diría. Es todo tan abstracto, tan inconcluso. Los comentarios nunca esperados, las palabras que nos desconcertaron y nos hicieron temblar como nunca. Las ilusiones, los fracasos, esa cosa de no saber si está bien o está mal, esto que me pasa. Las posibilidades, los muchos caminos que se abren en forma de abanico y no sé cuál tomar. La responsabilidad, que como siempre digo, me aterra, que tenemos sobre los demás, es tanta responsabilidad que agobia, y agobia pero a la vez es plancetero, creo que por eso desaparezco. Es no querer lastimar ni salir lastimado sabiendo que es imposible, es pensar, cada vez más, que el amor sin violencia no existe. Es volver a problemas que creía haber dejado muy lejos, es darse cuenta de lo complicado que es cambiar, y de las peleas más fuertes que nos puede dar el Ego. Es sentir, como siento yo ahora, que los ojos se me van a salir por estar tan rojos, siento que me queman. Es preguntarnos ¿qué se siente? Y responder “nada” por el solo hecho de evitar nuestro peor problema. Es estar a merced de los demás sabiendo que en muy poco tiempo no van a contar tu presencia, es sentir que no sos valorado. Es lindo y tiene un sabor muy adolescente, pero me pregunto si será lo que realmente valga la pena.
Mañana voy a ir en busca de un confidente, en relación con esto que decía días atrás de que uno no se lleva nada a la tumba, ahora voy por alguien que se lleve el combo. Voy a ir también por un perforador que me devuelva mi alegría de los últimos cinco meses y me ayude a encontrar una nueva, no porque esa se gaste, sino porque uno siempre quiere algo más. Voy a ir por una experiencia acerca de cómo se ve este planeta en otros niveles, y si me cargo de energía podría ir por muchas cosas más, esos detalles que verdaderamente me hacen sentir viva. Voy a ir en busca de respuestas sobre todo, me queda suficiente tiempo para perdonar, querer, aceptar y aprender a resignarme sobre todo. El que no se resigna, no triunfa, y yo soy el siete. Hoy realicé una pequeña obra de arte la cual en cuanto esté seca voy a poner en el balcón, como modo de señal para que cuando me vengan a buscar no tengan dudas de que es acá, aunque conociendo lo ascendentes que son claramente si no vinieron aún es porque no es el momento, no porque no sepan dónde vivo. Y me queda tiempo para conocer, conocerme y cumplir con uno de mis desafíos más importantes: dejarme querer; me queda tiempo para superar, me queda tiempo para reflexionar y tratar de entender lo mejor posible. No hay tiempo para muchas cosas, pero sí hay tiempo para cosas importantes. Basta de cosas ilusorias, basta de negaciones, basta de buscar donde no hay.

Merecía un pastel con forma de corazón, o al menos un chupetín.

[Cabe aclarar que el título es también de la versión original, este texto no presenta edición]

A volar .

Muchachos, hoy nos hablamos con confianza y les comento que en cuanto el vecino me facilite más señal wi-fi estaré subiendo la entrada que hice ayer. Últimamente me hallo en estados particulares por lo que advertiré de antemano que no me hago cargo de las cosas que escribo, intento que carguen el mayor grado de coherencia posible pero bueno, sepan entender que no es fácil en estas situaciones.
A propósito, no voy a hacer una mini entrada porque siempre termino acordándome de que hay algo por compartir. Y vaya si lo creo que el día de hoy fue especial, nuevas experiencias, nuevos lugares, personas, y por fin la fuerza para empezar a sacar todo eso; vayamos por el triunfo, que a eso vinimos. Yo vi en sus ojos que algunas cuestiones le preocupaban, no es para menos, pero valoro que me acepten, que me quieran ayudar, etc. Ya descubriremos entonces el origen de algunas cosas, o quizás no, pero allá iremos, buscando como siempre, porque el que busca, algo encuentra, sea lo que esperaba o no.
La calle está muy mal, es cuestión de caminar unas pocas cuadras de noche y verse rodeado de gente que nos atemoriza, todo esto, claro, porque siempre estamos juzgando, no está bien, pero creo que es un aspecto fundamental del ser humano. El bondi, la gente, los pibes del barrio con la cerveza y los ojos pidiendo a gritos colirio. Que no se me acerque nadie, igual hoy no es el día, igual pienso que vos te personificás y me protegés... tantas cosas. Experimenté tantas sensaciones como fue posible en el día de hoy, en relación con las distintas cosas que hice. El trabajo, el trabajo marcha bien aunque no me dan ganas de ir, en algún momento del día me vienen esa sonrisa nerviosa que me recuerda que todavía voy a estar ahí y que eso traerá sus frutos.
Punto y aparte comento, que hoy fue la primera vez que utilicé la frase "no voy a dar declaraciones" en una situación real, con un periodista real. Esto de la farándula, vio? que a uno le preguntan todo. A ver, decime, se comenta que en el día de San Valentín... "No voy a dar declaraciones", me puse las gafas, batí mi pelo y salí, mientras escuchaba comentarios acerca de mi posible status social.

Perfecto, si sigo así o me cuelgo, o me deschavo, o qué se yo. ¡Viva Zapata!

miércoles, 9 de febrero de 2011

Esencia .

No hay tiempo, aunque pretendamos vivir congelándolo, midiéndolo y dejando que nos manipule. Muchas veces me pregunto si la gente se acordará de mí, de hecho también me sorprende que me recuerden, aunque luego cabe preguntarme ¿por qué no me recordarían si yo los recuerdo?
Debe ser que muchas veces me sentí invisible, o quizás sea que me involucro hasta cierto punto con las personas. Últimamente esta idea se me aparece bastante seguido. Y sí, debe ser que así soy yo, pero... ¿así como? Lo que considero es que muchas personas con las cuales he tenido una relación, ya sea amorosa, amistosa, laboral, educativa o de simples momentos de la vida, no tendrían por qué recordarme, así como yo tampoco tendría por qué recordarlos a ellos. Sin embargo, al parecer, así es nuestro intelecto. A veces me pasa que veo a una persona, sobretodo durante el ciclo lectivo, y al ver su cara no recuerdo si la conocía por cursar una materia, del colectivo, o de tan solo haberla visto varias veces en el ámbito universitario. Más allá de estas confusiones, dentro de mi grupo más cercano dentro de la facultad, siempre soy la primera en reconocer a algún ex compañero en una materia nueva aunque nunca hallamos cruzado palabra. El año pasado, por ejemplo, me sucedió que la ayudante de comunicación había sido compañera mía de medios expresivos 1. Bien, creo que ese dato no es relevante pero en cierto punto hace a la cuestión.
Está todo bastante desordenado dentro de mi cabeza -cuándo no- pero creo ir entendiendo de a poco que el factor desencadenante es el hecho de que yo no me considero importante. Por eso entonces es recurrente mi pensamiento sobre la gente que conozco y que quizás no me recuerda, aunque, por otro lado, también me planteo a veces que uno involuntariamente deja marcas en las personas. Yo tengo amigos y los quiero y aprecio muchísimo, pero no siento tampoco esa necesidad de estar en permanente contacto con todos, hablando, reuniéndome y demás actividades que realiza el común de la gente. Hace un par de días se me dio por llamar por teléfono a una amiga, es que hace ya algo de dos meses que no la veo, y a decir verdad la llamé como para disimular un poco la cuestión antes tratada de mi habitual desaparición. Me llama la atención que la gente quiera involucrarse conmigo, que me recuerde, que se preocupe por mis cosas y se alegre de verme. Sí, yo tengo sentimientos como cualquier ser humano y puedo decir que los quiero, les tengo afecto, etc, pero no sé si es lo mismo que ellos sienten. Esto hace también que a veces me pregunte si soy mala persona, algo autista o simplemente colgada, probablemente la cuestión pase por el último ítem y nada más.
Cuando alguien me cuenta algo, me encanta escuchar, acceder, e incluso tratar de ayudar, siempre doy mi punto de vista que tiene su lado esotérico, intento analizar las cosas con calma y opinar intentando dar un resultado constructivo. Pero sin embargo yo no puedo abrirme con todos, y si yo cuento algo se queda hasta ahí hasta donde yo lo cuento, no me gusta que me hagan preguntas para llegar más al fondo de la cuestión básicamente porque no me gusta pedir ayuda y porque no me gusta andar compartiendo todos mis pesares con los demás.
Puedo jactarme, sin embargo, de no llevarme nada a la tumba, digamos, todas las personas que se relacionan conmigo saben algo de mí, en mayor o menor medida, pero no hay ninguna que sepa absolutamente todo, ni tampoco existe algo que lo sepa solamente yo. Eso me hace sentir que no soy tan cerrada, pero a la vez me hace ver que la confianza que tengo en las personas que me rodean es bastante cuestionable. La gente que me quiere se preocupa cuando me ve mal, y yo puedo hablar de lo que me pasa pero siempre hasta un cierto punto, en realidad, detesto hablar, más aún si es personalmente, me parece que los problemas de cada uno son para que cada uno los resuelva como pueda y no para andar aquejando a los demás seres que ya tienen sus propios problemas como para encima tener que andar cargando con los de los demás. Ojo, el lado contradictorio de esto es que pienso así respecto a mis problemas, pero si usted mi querido lector quiere contarme algo que lo ande fastidiando aquí estaré yo, con mis oídos y mi mente abierta para tratar de resolver esa cuestión, o al menos para brindarle el alivio de haberlo compartido con alguien.
Las cosas malas que me pasan siempre que las comparto las comparto por la mitad, nunca puedo explicar todo proque me pondría mal y eso es otra cosa que detesto, expresar malos sentimientos en publico, sobretodo si se trata de tristeza o malos pasares. Cuando estas situaciones vienen a mí se me puede ver caída, como si estuviera en otro planeta y diciendo cosas que parecen no tener sentido, pero nunca voy a decir "sí, estoy mal porque me pasa esto, esto y esto".
En fin, ¿qué hacemos ahora?

martes, 8 de febrero de 2011

Llevame .

Un fracaso no siempre es perder dicen las pastillas, así como tampoco la vida es todo ganar. Llega el momento entonces, luego de varias entradas colgadas y las más recientes cargadas de optimismo, de mostrar otra realidad, ni mejor, ni peor, pero sí distinta. A decir verdad, creo que la considero peor, pero prefiero no juzgarla porque entiendo que es parte de todo este proceso. Como decía entonces, venía hasta hoy reflexionando con mucha calma acerca de situaciones de todos los días, y en la más reciente muy feliz gracias a la interpretación de un sueño. No puedo dejar de lado, sin embargo, un sentimiento que me aqueja desde hace ya bastante tiempo. Lo manifesté de manera muy pequeña y a modo de frase colgada aquel día en el que tan solo hice referencia a que quería irme.
Cuando era chica, quería irme de los campamentos, no me gustaba quedarme ahí entre toda esa gente que no me generaba la mayor confianza, no quería quedarme allá, lejos de mi familia, mi casa y mis cosas. Soy muy costumbrista, creo que es por eso que después de cierto tiempo puedo adaptarme con facilidad a las situaciones. Esto de querer irme es, entonces, una especie de trastorno o no sé cómo definirlo, pero creo que esa palabra es bastante figurativa. Solía desesperarme por pensar “me quiero ir” y que no me den el gusto. En un cumpleaños, en una casa ajena, en un lugar salido de la rutina… en los campamentos. Siempre encontraba la solución y me iba, en este ejemplo de los campamentos me iba a buscar mi papá, que se esperaba un poco esta cuestión.
Ya de más grande, no se venía manifestando muy a menudo, pero cada vez que se manifestaba era más intensa. Entiéndase, por ejemplo, que me pasaba dentro de un boliche, y no era solo esa sensación de pensar que me quería ir y me iba, porque en definitiva se solucionaba tan solo con acercarme a la puerta y retirarme. Esta vez ese pensamiento venía acompañado de una angustia muy grande, una sensación de ahogo indescriptible, esa falta de aire que suelo sentir cuando me desespero, ese mareo y esas piernas flojas que me piden a gritos que me vaya de ahí o que me siente, porque al parecer mi cuerpo está a punto de desvanecerse. Por eso le digo trastorno, convengamos que no es algo que le pase a la mayoría de las personas y en mí se manifiesta cada vez más seguido. El año pasado, año par por cierto y por esa razón bastante malo, me había pasado esto de manera bastante fuerte una vez allá por septiembre u octubre si mal no recuerdo, ocasión en la que una amiga se retiró conmigo del boliche, y volví a sentirla en navidad, y esta vez sí que fue fuerte. No sé si fue porque estaba en un estado particular, aunque lo dudo, porque sobria también me pasa, pero fue verdaderamente horrible. Recuerdo haber cruzado a un amigo y decirle “me quiero ir de acá” mientras él me hablaba, fueron todas las palabras que pude esbozar. Era un lugar abierto, así que descarto toda especie de claustrofobia en este caso, pero la cuestión es que ese pensamiento torturaba mi cabeza.
Hasta ahí no venimos tan mal, es cuestión de pensar esa frase y ver la manera de irme. Ahora bien, últimamente, no siento esa frase respecto a irme de un lugar específico como podría ser el boliche, mi casa o la casa de otra persona, sino que me pasa en la generalidad del mundo. Yo estoy esperando que me vengan a buscar y sé que todavía tengo que esperar, esa razón es la que me hace andar pero es también esa razón la que me hace sentir tan angustiada y llorar todos los días. Pueden pasar horas sin que me de cuenta que estoy sentada afuera, fumando un pucho por los nervios mientras mis lágrimas caen lentamente por las mejillas y yo miro al cielo implorando que me vengan a buscar, diciendo una y otra vez que me quiero ir.
Es llorar, es no poder respirar, es la desesperación más grande que pueda sentir una persona. Es sentir que no hay salidas, al menos no hay salidas que dependan de uno mismo. Es el ahogo, la insatisfacción de pensar que puedo sentir aprecio por muchas personas pero que sin embargo necesito irme de este lugar, es pensar que todavía me quedan muchas cosas más para compartir y aún así pensar que no quiero estar acá, es morirse en vida, es no poder encontrar la calma, el equilibrio. Es llorar con la desesperación de una criatura de dos años, pero con el desconsuelo de un grande, con la desilusión del que ya ha vivido solo un poco más y no puede ver la luz. Es sentirse solo incluso estando rodeado por miles de personas, es sentir que nadie lo entendería, es pensar que estás al borde de la locura o dentro de ella, es intentar encontrar un pensamiento que nos transmita paz y no poder encontrarlo, es intentar pedirle ayuda a la Madre Kudhalini y que solo nos salga pedir que nos vengan a buscar. Es caer, es no poder abrir los ojos, es no querer estar con nadie y a la vez necesitar un abrazo que nos llene en el alma, es también darse cuenta de que ese abrazo no está a nuestro alcance y ahí, una vez más y hasta que el cuerpo decida irse a dormir, es pensar me quiero ir.

lunes, 7 de febrero de 2011

Perchero .

Cada viaje es un aprendizaje, pero el de esta mañana me generó una extraña calma. Había dormido unas cuatro o cinco horas como mucho, y mi cuerpo no se encontraba en el mejor de los estados por lo cual me dormí mientras viajaba en el micro desde Chascomús a Buenos Aires, como todos los lunes desde que empecé a trabajar. Cuando me siento mal y tengo fiebre sueño cosas intensas arriba del micro, donde, por el contrario, en condiciones normales no me duermo o de ser así nunca recuerdo a dónde me dirigí con mi astral. Ya había ocurrido una vez que era una situación conflictiva en la que el micro me bajaba en un extraño pero lindo lugar y yo me encontraba con gente conocida y todos muy sonrientes. No fue así esta vez. Yo caminaba como siempre con mi bolso colorado colgado de mi hombro derecho, portando algo de ropa, comida y la net, que en definitiva era lo más importante a nivel económico. Se me daba por ir al baño del subte –cosa que jamás ocurrió porque tengo una cuestión personal con los baños públicos- y dejaba mi bolso en una especie de mesada de mármol que había fuera del baño, en una especie de pasillo por el cual pasaba gente. No sé si fue la confianza que suelo tener o qué me aconteció, pero dejaba el bolso tranquila y me dirigía al baño. Cuando salía, el bolso no estaba. Y entonces yo comenzaba a repasar las cosas que tenía ahí dentro. Y ahí fue cuando me di cuenta de que mi cuerpo conciente estaba junto con el astral y que no permanecía durmiendo con el físico: recordaba una por una todas las cosas que llevaba hoy en ese bolso. Cuáles zapatillas, cuál remera, qué era lo más costoso, la ropa que no volvería a conseguir, el perfume, la cámara de fotos… Luego de un tiempo que no podría precisar cuánto fue yo volvía al lugar, volvía acompañada pero este lugar ya no era una estación de subte. Era una mezcla entre un lugar abandonado y una montaña, una suerte de acantilado si se quiere, en el cual había tres mujeres que parecían de mala vida, vestidas con ropa provocativa y su cabello mal teñido. Entonces sobre la tierra yo veía mi cartuchera fucsia de lunares blancos –para variar, tengo cuatro o cinco cartucheras- y me daba cuenta de que ese era el lugar donde yo había dejado mi bolso. Recuperaba entonces la cartuchera, junto con mi carpeta negra de 35x50cm, donde había algunos fibrones y pegamento, elementos que siempre me acompañan incluso dentro de una cartera, y había además trabajos hechos por mí, cosas de la facultad, típicas pruebas, bocetos y pre-entregas. Yo miraba con un tanto de desconcierto todo, porque era difícil comprender que al salir del baño no hubiera rastros del bolso y luego ver elementos de mí pertenencia, que en realidad no llevaba conmigo en este viaje porque estoy de vacaciones en lo que a facultad respecta, en un lugar que había cambiado de una forma increíble. Me sentía preocupada por las cosas materiales ya mencionadas, aunque en cierto punto evaluaba que las nike más caras las tenía puestas y que un par como las otras deberían ser mi próxima inversión, seguía pensando en la ropa y demás temas que a nada suman y que a decir verdad me avergüenzan, cuando tuve una visión completamente clara y cambié de parecer, cuando empecé a ver el lado positivo. Fue ahí donde descubrí el verdadero aprendizaje en ese sueño, fue ahí cuando pude ver la luz que daría una de mis primeras enseñanzas en cuerpo astral, quizás a modo de comprobante porque es una teoría que siempre tuve, aunque suelo olvidarla a menudo.
Valoraba entonces el hecho de que mis cosas nadie me las había quitado, y me llenaba la tranquilidad de saber que las demás cosas en cuestión de días, meses o años las iba a poder tener, porque el dinero va y viene. Me llenó de paz la satisfacción de saber que me habían dejado lo que era mío, porque a ellos no les serviría. Y así es, esta es una de las cosas que más fortaleza me da, aunque, como dije anteriormente, es también una de las cosas que se me olvidan y que mi cuerpo astral se encargó de recordarme.
Siempre pienso que todo el esfuerzo que hago yo y las personas que me rodean y me permiten ser quien soy, sea ir a la facultad, levantarse temprano, dormir poco, apenas comer, bancarme un viaje de una hora muchas veces parada en un colectivo lleno de gente intolerante, y demás molestias que suelen aquejarme, me sirven para ser lo que soy. Y tengo el recuerdo de varias veces haber sonreído arriba del colectivo por este mismo motivo, tengo mi imagen sonriendo mientras miraba por la ventanilla del 160 cuando estaba en Gascón y Corrientes, sonreír por la sola satisfacción de saber que en esta vida me van a poder robar todo, absolutamente todo, menos lo que yo sé. Porque lo que yo sé o conozco es un tesoro, y yo podré tener toda la plata, toda la ropa, el auto que quiera, la net, tecnología, y demás cosas que nos imponga la moda, y me van a poder sacar todo, hasta me van a poder dejar en la calle si es necesario. Pero todas las cosas que yo sé no me las puede robar nadie, y haber descubierto esto en cuerpo astral y poder hacer semejante interpretación me hace sentir más feliz todavía. Es cierto que a veces soy materialista, pero también es cierto que muchas veces compro cosas pensando en que no está bien ahorrarse toda la plata, en definitiva, no me la voy a llevar al cajón aunque tengo la ilusión de dejarle mis escasos ahorros a mi hermanita, que con nueve años no te regala ni diez centavos porque está ahorrando para el día que tenga su casa propia y sus hijas, qué linda es la infancia, qué linda es ella.
En fin, creo que esta entrada fue algo extensa, pero a decir verdad no tenía muy en claro acerca de qué escribir dado que mi cabeza está estancada en dos o tres cuestiones, y recordé mi estado de hoy a la mañana, luego el sueño, la interpretación, y, eso digo, me gustaría desde mi humilde lugar que usted pueda ponerlo en práctica, recuerde que siempre se va a levantar, y que por más que diga que va a desistir de algo al otro día va a estar yendo de nuevo porque así somos los triunfadores. Y ese es el triunfo, la autorealización, el autoconocimiento, probablemente lejos de toda materialidad y civilización conocida hasta ahora.

Martes, inevitablemente.

jueves, 3 de febrero de 2011

Conectate .

Mirá vos, lo que son las cosas entonces. Por primera vez voy a escribir en un exterior, en un estado particular pero no distinto al de siempre. No vaya usted a creer con esto que me encuentro bajo el efecto de drogas o cosas similares porque de ser así estaría completamente errado. Este es un estado que va mucho más allá de eso porque, como siempre digo, allá afuera hay algo mucho, pero mucho más grande. Siempre me refiero a un allá afuera cuando en realidad si lo analizara es probable que esté haciendo referencia a un acá adentro.
Una de mis nuevas expectativas es la de la libertad. Solía fastidiar con una frase de un tema, solía vivir diciendo o escribiendo siempre amé la libertad, y es recién ahora cuando empiezo a darme cuenta de eso a lo que estaba apuntando. Como todo en esta existencia, el concepto de libertad es muy subjetivo, dado que cuando es pequeño imagina la libertad como romper cadenas probablemente, que luego se va dando cuenta de que esas cadenas pueden ser los padres, los límites, los retos, salir de noche, etc... Vivimos en un país libre, eso se dice, pero me cabe preguntarme ¿libre de qué? Está bien, se supone que somos libres desde el día en que algún ancestro logró que dejáramos de ser colonia y nos convirtiéramos en esto... Se supone que somos libres para expresarnos, pero sin embargo sabemos que hay ciertas cosas que no pueden decirse en cualquier lado, y pasa lo mismo con la ropa, los peinados, las comidas, los pensamientos y un sinfin de cosas que podría seguir alistando. La libertad es muy difusa, porque los límites lo son. Entonces, ¿por qué si yo soy libre no puedo salir a caminar tranquila por la calle a las tres de la mañana o cuando más sienta que lo necesite porque sé que es inseguro? ¿Por qué si yo soy libre siempre tengo que obedecer a alguien, sin importar el ámbito al que haga referencia? Cuestión de orden, puede ser. Me estoy convenciendo de que somos muy abstractos, probablemente porque cabe preguntarnos cada día en qué nos convertimos y es factible que no hallemos una respuesta que nos satisfaga.
Siempre termino sembrando dudas que no tienen una respuesta exacta, pero ya hablé acerca de mi inevitable adicción a resolverlo todo. Esta vez voy a decir, quizás no a modo de solución pero sí de respuesta, que la verdadera libertad, como todo, está dentro nuestro. Somos nosotros los que tenemos esa capacidad oculta, somos nosotros los que nos ponemos las propias cadenas y no nos dejamos ser quienes verdaderamente somos. A veces por cuestiones políticas, económicas o sociales, por miedo a ser mal vistos, y muchas veces más por estar tan metidos en cuestiones que a nada llevan. La respuesta la tenemos nosotros, ¿quién más si no? Pero estamos tan acostumbrados a vivir pisando el acelerador que no nos permitimos ser libres, que sin dudas es lo que más estamos necesitando. Mirá, buscá, pensá menos... Mirate, hablate, cuestionate todo lo que sea necesario, porque sos vos el que tiene la clave para lograr sentir, de una vez y para siempre, que no existen fronteras que puedan detenerte.

Empapado en tus aguas descubro profundidad de persona.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Conspiration .

No hay cuelgue superior al de los días martes. Fue una meditación fructífera y muy profunda, por primera vez con los ojos abiertos. Mirando, sin mirar como siempre, los sentidos nos distraen mucho, a veces demasiado, pero debo reconocer que son indispensables. Hubiera sido una entrada considerable, pero no fue. Si yo tuviera ruedas... sería un carrito. Como todas las cosas de esta existencia, nada es casual. Los martes son claves en mi vida, pese a que me llevó varios años y una canción poder darme cuenta, tarde pero seguro, así dicen. No tengo recuerdo de cuál fue el primer martes a considerar, quizás hayan sido todos, pero tampoco podría averiguarlo. Llegué acá un jueves, con catorce días de anticipación pero eso tampoco fue casual, porque a mí me correspondía el siete, y no el veintiuno. Por eso el color magenta, por eso esa necesidad de autoliberarme, por eso esas infinitas ganas de sentir que no hay fronteras... Tantas cosas.
Este viaje finalizará un martes, lo cual es menos casual aún y me llevó a comprender que probablemente mi próximo destino no sea el que yo pensaba, tal vez porque no estoy preparada para eso, o no, debe ser como todo, es que eso no es para mí. Martes es el día de Marte, y Marte es guerra, pero no toda guerra es negativa. En el planeta Marte los habitantes -si usted mi lector no cree que haya vida absténgase de leer estas palabras o, en su defecto, abra su mente- visten como guerreros, escudos, protección, todo de color bronce. Ahora ansío profundamente ese martes, el día del nuevo viaje, porque sé que será un destino mejor.
Volviendo al incio de este, mi actual viaje, lamentablemente no tengo recuerdos que me permitan saber de dónde vengo, aunque tengo una leve intuición. Cierta vez me preguntaron si había nacido prematura, por varios problemas de salud que aquejaron a mi cuerpo, y que aún siguen presentes. Es cierto, me arrancaron verde, dirían en el barrio, pero no fue en vano, ni mucho menos -de nuevo- casualidad. Tampoco es casual mi afición al color magenta y el desequilibrio que el mismo genera en mí. No es una mera coincidencia mi fortaleza, porque reconocerse débil es ser fuerte, perdonar y mirar hacia adelante es ser fuerte, olvidar, seguir, levantarse cada día aún cuando las ganas de irse parezcan infinitas es ser fuerte. Soy fuerte porque tengo la capacidad de adaptarme a situaciones nuevas, aún con el miedo que esto me genera al principio, soy fuerte porque me reconozco sensible, y porque nunca abandonaría una causa justa. Todo esto tiene que ver con el día en el que nací, mi parto estaba planeado para el 21 de septiembre de 1989, pero a mí me sacaron el 7 de septiembre de ese año, mire usted cómo serían las cosas que yo, siendo una criatura apenas, estaba sentada, tranquila, porque en teoría mi posición iba a cambiar en los días siguientes, cuando según los cálculos médicos y naturales era el día que correspondía y al parecer la impuntualidad ya venía desde entonces, nada de andar a las corridas. El número siete es la victoria, son las infinitas ansias que siento de llevar una vida ascendente, así como me gustaría estar en un planeta y con una humanidad de esas características. En este número se encuentra el esfuerzo del alma, aún con todos mis defectos y tropiezos, y eso que mi madre Kudhalini está siempre ahí y yo muchas veces me olvido de pedirle eso que tanto necesito, el aniquilar las raíces que alimentan al árbol de mi Ego. Es el número de la acción y de la imagen, más claro? Imposible. El número siete es respuesta y resultado, vaya necesidad que tengo de encontrarle una resolución a todo, una respuesta, esa necesidad interminable de entender las cosas, por más inentendibles que se presenten. Entiendo ahora por qué a mí me sacaron dos semanas antes del día indicado, así como ayer por la noche pude entender esa fiebre que me agarraba cuando tenía entre tres y ocho años, esa fiebre que venía sin motivo aparente, sin explicación. Esa fiebre no era por un resfrío o una enfermedad que se aproximaba, y esa sensación que los demás consideraban delirio, y que yo siendo una criatura podía describir con conceptos que se reducían a un chicle rosa pegado en una gran rueda de tractor y parte de mi pelo adherido ahí, eso que todos creían que era un delirio producto de mi estado volví a sentirlo ayer con la fortaleza que desde hacía muchos años no sentía. Esa inexplicable sensación no es sino el placer que siente el alma de saber que se va saliendo del cuerpo físico, eso que parece que el cuerpo se me infla como una piñata y el fuerte mareo que trae aparejado... Siento que en este último tiempo he descubierto muchas cosas, que no son nuevas teorías ni cosas que vayan a cambiar el mundo, pero cuidado, porque cambian mi mundo, y es muy placentero sentir que me voy autodescubriendo de a poco...
En un apartado no quiero dejar de mencionar que hoy fue una de mis mejores meditaciones, lejos, por primera vez en posición oriental y eso me hace sentir mejor aún. Antes de esto, me plantée que probablñemente en este mundo haya más hormigas que personas, pero que de todos modos nunca lo sabremos porque, al parecer, nadie va por la vida censando hormigas. Y ya lo dije en un texto anterior, son muy poderosas. Atentos.

Que sea la última vez que me dan una nota de tres párrafos y nueve recuadros, eh.