No sé, nadie sabe. Vaya verdades si las hay, esa es una en la que confío plenamente: nadie sabe. Nadie sabe qué, cómo, cuándo, dónde o por qué, nadie sabe nada. Yo, particularmente, puedo hacerme cargo de no saber, y sobretodo no poder entender por qué pasan las cosas, o quizás en un punto sí. Últimamente siento un gran desconsuelo que de no ser por mi esperanza de que me vengan a buscar me hubiera llevado a una gran depresión. No puedo entender el daño que se le hace al planeta, me genera mucho dolor, tampoco puedo entender por qué hay quienes hacen daño y se hallan satisfechos consigo mismos. Como siempre digo, no puedo juzgar, porque no soy quién, pero es que hay cosas que verdaderamente no puedo entenderlas y son las que me quitan el sueño y al mismo tiempo hacen que no quiera estar despierta; momento en el cual un ser humano pierde la cabeza: cuando no puede dormir y no soporta el hecho de estar despierto.
Soy muy sensible, como ya reconocí en alguna entrada anterior, y pequeñas cosas de todos los días pueden llevarme al llanto de un momento a otro. El solo hecho de pensar en mi situación laboral podría serlo, sobre todo cuando te lo hacen ver de la manera que sabés que es pero que venís evitando siempre para poder ir con una sonrisa y ganarte el peso. Ese peso, que sin embargo, no alcanzaría ni para un alquiler en una villa, y no estoy siendo sarcástica ni soberbia porque siempre guardo mucho respeto de las condiciones en las que puede vivir cada uno, y gente buena hay en todos lados, mala también. Es saber esto, pensar en que no puedo hacer ciertos planteos porque soy débil y por sobre todas las cosas porque me gana la vergüenza. Pero es cierto, hay gente a la que no le importa nada más que sus propias cosas y no piensa en el resto. Una persona soberbia, a la que no le falta nada, teniendo empleados que dan más que ella misma por su empres,a en condiciones de trabajo nefastas. Sin obra social, aportes, sueldo mínimo… Y bueno, es el consuelo del tonto, como yo, que piensa que está ahí por algo, que como experiencia algún día va a valer mucho y que solo será un recuerdo.
Es ver al país, ver cómo la gente chanta, que no trabaja, que miente y no le importa nada, absolutamente, esa gente se llena los bolsillos y lleva una gran vida. Es ver el daño ocasionado por la minería, los ensayos nucleares y demás inventos destructivos que hacen al planeta. Es ver también que este responde, pero que sin embargo no caen quienes deberían caer. Es ver que a mucha gente solo le interesa el dinero, y no son precisamente los que se rompen el lomo laburando, claro que no, a ellos solo les toca vivir con lo justo, siendo felices e intentando hacer felices a sus seres queridos desde sus posibilidades. Es ver que vendieron todo, es la impotencia y decepción que se siente cuando ves hasta una montaña alambrada, por dios, no entiendo cómo pudieron ponerle precio a cosas invaluables, a maravillas de la naturaleza. Es saber que vendieron hasta lo que no podían, y que encima esa plata está repartida en lujosos autos, mansiones, casas de verano, tapados de piel… Es ver que destruyen todo cuanto hay a su alcance sin importar las enfermedades y padecimientos que puedan generar. Es ver que no les genera un mínimo sentimiento el hecho de cargar con la muerte de miles de personas.
A todo esto, antes de hundirme en una depresión de la que nada me pueda sacar, es cuando pienso en que la ayuda va a llegar del más allá. Y hay señales, aunque cueste verlas. La hora duplicada, vamos, no puede ser en vano. El martes, el nueve, la novena esfera, el siete,el color magenta, es haber prendido la televisión hoy por la mañana y hacer zapping -cosa que jamás hago porque siempre me muevo entre dos o tres canales cuya programación me interesa- y ver un programa acerca de ovnis y evidencias en la vida real. Es también la desilusión que conlleva ver que esas experiencias le tocaron a otros seres y no a mí, pero bueno, intento convencerme de que tan solo vendrán a buscarme, para emprender ese viaje que tanto deseo. Es la desesperación que siento porque esto no sucede, y también la calma de sentir que llegará. Son los nervios, el miedo de no poder captar las señales, el temor de dar un paso en falso y que todo se eche a perder. Es la ilusión, es haber pintado un cuadro que puede parecer abstracto pero que es sumamente figurativo y que lo hice para ellos, porque yo siento que están y me observan. Es pensar varias veces al día, decirles que me quiero ir… Es saber que ya hay quienes consideran que no estoy en mi sano juicio pero sin embargo sentir que voy progresando, y que por primera vez siento la verdad, siento lo que realmente necesito. Ya no más objetos, ropa, salidas costosas y demás placeres de la buena vida. Ojo, no digo que uno no vaya a darse un gusto, pero siento la madurez de saber que el mundo no se cambia con materialismos, que no conseguir algo no puede ser motivo de decepción y que hay algo enorme allá afuera esperándome.
Sacá el pasaje y pásame a buscar que yo, como siempre, te estoy esperando.