lunes, 7 de febrero de 2011

Perchero .

Cada viaje es un aprendizaje, pero el de esta mañana me generó una extraña calma. Había dormido unas cuatro o cinco horas como mucho, y mi cuerpo no se encontraba en el mejor de los estados por lo cual me dormí mientras viajaba en el micro desde Chascomús a Buenos Aires, como todos los lunes desde que empecé a trabajar. Cuando me siento mal y tengo fiebre sueño cosas intensas arriba del micro, donde, por el contrario, en condiciones normales no me duermo o de ser así nunca recuerdo a dónde me dirigí con mi astral. Ya había ocurrido una vez que era una situación conflictiva en la que el micro me bajaba en un extraño pero lindo lugar y yo me encontraba con gente conocida y todos muy sonrientes. No fue así esta vez. Yo caminaba como siempre con mi bolso colorado colgado de mi hombro derecho, portando algo de ropa, comida y la net, que en definitiva era lo más importante a nivel económico. Se me daba por ir al baño del subte –cosa que jamás ocurrió porque tengo una cuestión personal con los baños públicos- y dejaba mi bolso en una especie de mesada de mármol que había fuera del baño, en una especie de pasillo por el cual pasaba gente. No sé si fue la confianza que suelo tener o qué me aconteció, pero dejaba el bolso tranquila y me dirigía al baño. Cuando salía, el bolso no estaba. Y entonces yo comenzaba a repasar las cosas que tenía ahí dentro. Y ahí fue cuando me di cuenta de que mi cuerpo conciente estaba junto con el astral y que no permanecía durmiendo con el físico: recordaba una por una todas las cosas que llevaba hoy en ese bolso. Cuáles zapatillas, cuál remera, qué era lo más costoso, la ropa que no volvería a conseguir, el perfume, la cámara de fotos… Luego de un tiempo que no podría precisar cuánto fue yo volvía al lugar, volvía acompañada pero este lugar ya no era una estación de subte. Era una mezcla entre un lugar abandonado y una montaña, una suerte de acantilado si se quiere, en el cual había tres mujeres que parecían de mala vida, vestidas con ropa provocativa y su cabello mal teñido. Entonces sobre la tierra yo veía mi cartuchera fucsia de lunares blancos –para variar, tengo cuatro o cinco cartucheras- y me daba cuenta de que ese era el lugar donde yo había dejado mi bolso. Recuperaba entonces la cartuchera, junto con mi carpeta negra de 35x50cm, donde había algunos fibrones y pegamento, elementos que siempre me acompañan incluso dentro de una cartera, y había además trabajos hechos por mí, cosas de la facultad, típicas pruebas, bocetos y pre-entregas. Yo miraba con un tanto de desconcierto todo, porque era difícil comprender que al salir del baño no hubiera rastros del bolso y luego ver elementos de mí pertenencia, que en realidad no llevaba conmigo en este viaje porque estoy de vacaciones en lo que a facultad respecta, en un lugar que había cambiado de una forma increíble. Me sentía preocupada por las cosas materiales ya mencionadas, aunque en cierto punto evaluaba que las nike más caras las tenía puestas y que un par como las otras deberían ser mi próxima inversión, seguía pensando en la ropa y demás temas que a nada suman y que a decir verdad me avergüenzan, cuando tuve una visión completamente clara y cambié de parecer, cuando empecé a ver el lado positivo. Fue ahí donde descubrí el verdadero aprendizaje en ese sueño, fue ahí cuando pude ver la luz que daría una de mis primeras enseñanzas en cuerpo astral, quizás a modo de comprobante porque es una teoría que siempre tuve, aunque suelo olvidarla a menudo.
Valoraba entonces el hecho de que mis cosas nadie me las había quitado, y me llenaba la tranquilidad de saber que las demás cosas en cuestión de días, meses o años las iba a poder tener, porque el dinero va y viene. Me llenó de paz la satisfacción de saber que me habían dejado lo que era mío, porque a ellos no les serviría. Y así es, esta es una de las cosas que más fortaleza me da, aunque, como dije anteriormente, es también una de las cosas que se me olvidan y que mi cuerpo astral se encargó de recordarme.
Siempre pienso que todo el esfuerzo que hago yo y las personas que me rodean y me permiten ser quien soy, sea ir a la facultad, levantarse temprano, dormir poco, apenas comer, bancarme un viaje de una hora muchas veces parada en un colectivo lleno de gente intolerante, y demás molestias que suelen aquejarme, me sirven para ser lo que soy. Y tengo el recuerdo de varias veces haber sonreído arriba del colectivo por este mismo motivo, tengo mi imagen sonriendo mientras miraba por la ventanilla del 160 cuando estaba en Gascón y Corrientes, sonreír por la sola satisfacción de saber que en esta vida me van a poder robar todo, absolutamente todo, menos lo que yo sé. Porque lo que yo sé o conozco es un tesoro, y yo podré tener toda la plata, toda la ropa, el auto que quiera, la net, tecnología, y demás cosas que nos imponga la moda, y me van a poder sacar todo, hasta me van a poder dejar en la calle si es necesario. Pero todas las cosas que yo sé no me las puede robar nadie, y haber descubierto esto en cuerpo astral y poder hacer semejante interpretación me hace sentir más feliz todavía. Es cierto que a veces soy materialista, pero también es cierto que muchas veces compro cosas pensando en que no está bien ahorrarse toda la plata, en definitiva, no me la voy a llevar al cajón aunque tengo la ilusión de dejarle mis escasos ahorros a mi hermanita, que con nueve años no te regala ni diez centavos porque está ahorrando para el día que tenga su casa propia y sus hijas, qué linda es la infancia, qué linda es ella.
En fin, creo que esta entrada fue algo extensa, pero a decir verdad no tenía muy en claro acerca de qué escribir dado que mi cabeza está estancada en dos o tres cuestiones, y recordé mi estado de hoy a la mañana, luego el sueño, la interpretación, y, eso digo, me gustaría desde mi humilde lugar que usted pueda ponerlo en práctica, recuerde que siempre se va a levantar, y que por más que diga que va a desistir de algo al otro día va a estar yendo de nuevo porque así somos los triunfadores. Y ese es el triunfo, la autorealización, el autoconocimiento, probablemente lejos de toda materialidad y civilización conocida hasta ahora.

Martes, inevitablemente.

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