lunes, 28 de mayo de 2012

Alive .

La entiendo a mi hermanita cuando dice que no quiere crecer y se mete debajo de la mesa. Porque cuando sos chiquito los problemas no van más allá de una prueba de ciencias naturales o que no te compraron la remera que más te gustaba. En definitiva siempre terminás relacionándote con gente que llamás amigos y todo tiene otro color. Organizás salidas, te reís y lo más pesado del día es hacer la tarea. Porque lo único molesto es ir al colegio o tener que obedecer en casa. Pero de chiquito nunca te vas a ir a dormir pensando que estás solo, que quienes considerabas tus amigos no son tales, que no sos lo que tu familia esperaba o que nunca vas a encontrar alguien que te ame de verdad, o que al menos te acompañe y comparta los momentos más felices y los más inútiles. Eso es lo más triste de crecer. Ir a la facultad a veces es un problema, pero menor. Te das cuenta que necesitás un laburo y que es casi imposible conseguirlo, que la mitad de la gente que te rodea es falsa o se junta con vos por interés, y que aunque des la vida y el corazón por una persona, eso no siempre va a ser retribuido -y decimos no siempre para no decir nunca y que quede menos emo-. Crecés y de repente te encontrás un día en pelotas moralmente pensando que tal vez nunca llegues a ser el proyecto de persona que imaginaste, que las posibilidades no son las que de verdad te hacen feliz y que no queda más remedio que amoldarse a las circunstancias y aferrarse a las pocas cosas que parecen ser posibles. Y ayer cuando me hablaba pensaba eso, de hecho acabé por decirle que nadie quería crecer, porque ni siquiera me dio para decirle que estaba bueno, no le iba a mentir. Así que nada, eso, otra vez digo que la vida debería ser al revés, y que si después somos todos unos drogones que tenemos los orificios nasales del tamaño de una tapa de botella no es por otra cosa que por falta de amor. Y sobretodo, por falta de diálogo, porque hablar y que no te respondan es más triste que no hablar. Altura, como siempre digo, y me voy a aprender la canción de La Cámpora y marcha de los muchachos. Ustedes canten el arroz con leche a ver si logran volver a ser niños, pues yo ya renuncio, como también quise renunciar a todo hace un poquito menos de un año. Me parece que se viene la segunda vuelta.

Óptimo. (Se acuerdan de esa palabra? Bueno, volvió).

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