Llame a las cosas por su nombre, maldición, se me pegó eso, y lo peor es que no lo escuché en ningún lado. Hoy fue el regreso a la facultad, luego de un día tan agitado como el de ayer. Voy avanzando en mi novela, lentamente, ayer no escribí porque fue un día extraño y hoy no tuve tiempo, recién a estas horas estoy pensando en comer algo para ir a dormir, siendo que en cinco horas deberé levantarme para ir a la facultad de nuevo.
Quienes conocen mi hoja de ruta dicen que es imposible, pero yo tan solo miro junio. Hoy recordé qué era lo que más me gusta de ir a la facultad, que es también una de las cosas que más detesto: la gente. La gente en la fila del bondi, la gente en el bondi, la gente en la calle, la gente en la facultad... en fin, la gente. De ahí debería desprender una breve consideración personal acerca de los skateboarders pero no es lo que me compete ahora, para ello leerán mi novela (meto chivo que somos todos amigos).
Mañana, hoy en realidad, tiene que ser un buen día. Necesito hacer una pequeña investigación y estuve pensando que es un día perfecto: nueve. A considerar, encontré un eslabón clave en esta historia, y fue ayer, o antes de ayer, como quiera mirarlo, el miércoles 16. Increíblemente, es el siete, supe eso que tanto necesitaba el día del triunfo, porque el siete rige mi vida. Hoy fue ocho, la paciencia, esperar. Y mañana, mañana es nueve, mi número de cábala, la novela esfera, lo que rige Marte. Algo muy importante debería encontrar.
Me siento entusiasmada, con mucho, pero mucho miedo e incertidumbre también, pero si quiero salir de esto necesito entender todo aquello de una vez por todas.
Salud, compañeros.
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