Pero ya no me importa, porque nada me toca y no hay nada vivo dentro de mí. En unas horas va a hacer un año exacto de que la vida me cambió. Un accidente que me hizo entender que en un segundo todo se puede ir al carajo, que nada está asegurado, a salvo, y que por eso debemos ser felices en el día a día. He aquí la veta materialista de la cuestión: aprovechen y disfruten todo lo que tengan hoy, porque si mañana no están, además de no haber sido felices, otro les va a usar las cosas. Y creo que en cierto modo me sirvió para madurar un poco, más allá de las concepciones que cada uno de ustedes pueda tener sobre mí. Entendí que absolutamente todo es relativo, y que las cosas que más nos importan no las podemos controlar. Qué gran desilusión, esto de darse cuenta que hay cosas que exceden a nuestras capacidades de control sobre ellas. Qué enorme decepción, qué frío hacía también, y qué mal marchaba todo desde todos los puntos de vista. Pero eso es lo que te hace replantear la escala de valores. Estar a punto de perder a un amigo hace que no haya facultad que valga la pena, nos hace ver que desaprobar una materia no es más que un mal trago que forma parte de ese juego perverso al cual nos sometemos para llegar a ser alguien. Y en ese afán de querer llegar a ser eso dejamos de lado lo que importa de verdad. Nunca me voy a perdonar haber postergado para siempre una salida en La Plata, tantas charlas de café, por qué? Porque había que estudiar, porque había que preparar entregas, porque había que aprobar, había que trabajar, había que seguir con esta cadena mediocre pero de la cual no podemos salir. Y uno también, una vez ocurridas las cosas, en ese otro afán de querer bancar a los demás, de sentir la responsabilidad de dar fuerzas, se olvida de que uno también existe, de que uno también siente. Entonces pasan estas cosas, ven? Pasa un año y uno llora con el dolor y el desconsuelo más grande. Aparece un poco de frío, nos sentimos solos y todo esto nos agarra con las defensas por el piso, haciendo que la mínima y estúpida cosa nos haga llorar y nos ponga de mal humor. Y se genera así otra gran dicotomía, que es la de cómo hacer para vivir feliz y contento hoy en día, sin proyecciones a futuro. Y a vos te hablo, te hablo todos y cada uno de estos días, te rompo las pelotas pidiéndote cosas, e imagino que estás a veinte manos para que no me pase nada cuando tomo esas decisiones de salir a caminar por cualquier lado y a cualquier hora. Eso es lo único que veo de positivo, que estamos más cerca que antes, que estás allá porque necesitás ayudarnos a todos y estando acá era imposible. Pero nada se compararía con que me llegue un mensaje tuyo ahora diciendo que estás abajo, como el último mensaje que tengo guardado, y que no pienso borrar por nada. Que vengas a tomar un té, que te burles de lo floja que soy en la cocina, que nos riamos de la vida misma. Qué paradoja, no?
Desenlacé en un cuento de terror .
No hay comentarios:
Publicar un comentario