viernes, 11 de noviembre de 2011

28 .

A las ocho de la mañana estaban donando sangre, la nota la dio él. Qué, él dio una nota a la prensa? Cualquiera, si no tiene nada que ver... Seguí nadando meri, dio la nota porque no puede donar sangre. Y claro, no debe llegar al peso si es así. Ah, sí, como yo, claro, yo no puedo donar sangre por lo mismo. A nadie le importa, no sé por qué siempre que me pongo nerviosa termino haciendo comentarios que a nada suman. Eso sí, me preocupa que la mamá de my boss esté mal, y me cuesta creer que este muchacho no llegue a pesar cincuenta kilos... qué envidia. Yo tampoco llego, pero soy mina y tengo menos años. Ah no, cualquiera. Meri, basta de decir eso. Es que cuando aparece el jefe me pongo nerviosa, siempre me encuentra o bien tirada con ganas de nada fumando un pucho y me hace carita de "manejalo", o bien comiendo un yogurt, o bien gritando por una pelea estúpida como sucedió hoy, que intenté callarme a tiempo y puse los ojos muy, muy grandes. Uno de esos días en los que no sabía dónde quería estar, o tal vez era uno de esos días en los que sabés que querés estar con alguien que está lejos, a veces infinitamente lejos. Entonces me quedé dos horas más ahí, bello edificio y bella gente. Eso sí, con los afiches bardeada se fueron de mambo nuestros opositores, probablemente los oficialistas, pero no importa, nosotros nos amamos. Nadie se quiere con nadie, pero todos nos amamos. Cómo me gusta decir eso y que me miren con cara de que enloquecí, y cómo me gusta decirles, ¿qué te pasa, Clarín? cada vez que alguno bardea. Y ellos se llaman por teléfono, todos nos llamamos por teléfono y según uno de los jefes pedimos viáticos hasta para cruzar al Pago Fácil de en frente. Tampoco es para tanto, che. El muchacho del quiosco me defraudó, no tenía el yogurt con frutas y cereales, pero nada importa, vuelo sin control (?) no, mentira, somos todos amigos y puedo comer otra cosa y ya. Qué cuelgue tenemos che.

Nada especial, eso dirían los demás .

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