Año dos mil diez, aquí estamos. Bastante extraño viniste, pero no llegaste a sorprenderme aún. Tampoco voy a juzgarte, sos tan solo parte de un juicio sintético a priori al que solemos referirnos con el nombre de tiempo, y al parecer estás acá para organizar un poquito más nuestra existencia. No sé qué tan lejos quedó aquel primer contacto que tuve con esta vía del no ser, así llamada por Parménides, pero no hay dudas de que estuve aquí muchísimas veces y que estoy acá porque me falta aprender todavía. Me gustaría tener recuerdos de la época de la Conquista de América por ejemplo u otros acontecimientos, pero bueno, sé que algún día accederé a ello, mientras tanto intento seguir con las prácticas de desdoblamiento astral y lo que la Humanidad llamaría muerte, tan solo por no seguir el mismo camino que los demás. Ya me haré un tiempo para discutir con algún supuesto ser superior acerca de algunas cuestiones, pero ahora quiero concentrarme en esto. Decía entonces, dos mil diez, GPS, celulares, televisores, autos, y cualquier tipo de tecnología que parece ser que nos soluciona la vida. Moda, ropa, accesorios, música e ideologías, y sin embargo, esto es lo que somos. Me cabe preguntarme en qué nos convertimos, dado que veo que muchas personas viven inmersas en una burbuja pretendiendo que todo esto es sensacional, que nada podría ser mejor. Sin embargo, yo me planteo: tanta tecnología, tanta medicina, tantos abogados, tantas leyes, tantas teorías y tantas cosas que nos rodean, ¿para qué? Para ser esto, seres sumamente egoístas, cada vez más (in)comunicados por los nuevos medios, tantos supuestos avances y sin embargo nadie pudo terminar con ninguna catástrofe, nadie pudo terminar con la soledad, el hambre ni la guerra, por sobretodo las guerras que hay dentro de cada mente. Los (mal)llamados científicos, entre teorías, tubos de ensayo y criaturas extrañas, falsas creaciones, todos ellos sin embargo aunque sea muy en el fondo saben que nos están destruyendo, peor aún, que se están destruyendo a ellos mismos, pero allá van entonces, sin saber por qué hay que llegar... Solo queda una gran duda en mi interior: ¿será eso progresar?
El mal llamado progreso, viva el árbol de la vida!
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