Sigo sumando capítulos, entre historias sin sentido y problemas de los que prefiero reír. Lo que más me enferma es ver que cada cosa que sucede, sucede cuando no debiera suceder. Solía fastidiar con la frase "lovers out of time" para referirme a la mayoría de los conflictos que tuve. Y es cada día ver que esto se repite con mayor frecuencia. Una cosa que sigue a la otra, y ahí estamos, sin saber qué nos llevó hasta ahí. A veces me planteo si será un poco cuestión de no saber esperar, si serán las vueltas de la vida o si las vueltas las habré dado yo, para variar. Puedo recordar aquellos años como si fueran hoy, y sí, sigo retrocediendo pero insisto en que lo positivo es que verdaderamente me doy cuenta de la gravedad del asunto. Hay amor aún hasta en un cybercorazón, dicen, y no se equivocan. También recuerdo las sensaciones, esa cosquilla en la panza seguida de la triste certeza de saber que nunca iba a pasar nada, porque al parecer así estábamos signados. Pero era una certeza que no me hacía desistir, porque todavía creía en cuentos de hadas con castillos rosas y finales muy felices. Porque cantaba temas que oscilaban entre lo cursi y lo tierno, pero dibujaban esa sonrisa, esa sonrisa que en su momento me encantaba, esa sonrisa que hoy en día considero idiota. Y ya no la tengo, probablemente porque no me permito tenerla. Cuando está ahí latente, en seguida me digo que no puedo volar, que acá las cosas no están como para esas sonrisas, que acá no hay tiempo para perder en cosas ilusorias. La foto, esa foto que hace un tiempo mi mamá encontró y yo no supe si reír, llorar, tirarla o hacerle una ampliación, porque así de desordenada está mi cabeza ahora. Si tan solo pudiera sacarme el cerebro y dejarlo un ratito en remojo... Y hablar con el espejo, y no saber, por primera vez ante una situación semejante no saber si reír o llorar, volver a querer vivir en el anonimato, descubrir que por más que diga que no tengo claros problemas con los vicios, toda esta cuestión de decir que no, y lo que me plantée a mi misma allá por el dos mil nueve, cuando me dije que una adicción no era consumir algo todo el día, sino que una adicción era también no poder decir que no. Todo, pero todo tan fuera de tiempo, de contexto, tan chocante con esta realidad.
Y levantarse, a disimular el estado, vamos, comida familiar, acá todavía puedo actuar, aunque figuro muy poco en los rankings de conversaciones. Estar con toda la confusión, pero doble, y encima abrir la maldita red social para ver que tenés una solicitud de amistad de la persona que menos lo esperabas. Y si? Y no? Y qué hago? Y devuelta, una y otra vez en esta cabeza, ¿por qué? ¿por qué esto y ahora? si todo es tan relativo... Y cuando menos lo esperás, ahí viene. Realmente, tuve que pensar en esto de que cuando uno menos espera algo es cuando llega, también me pregunté si habría sido toda la energía utilizada en años anteriores, no lo sé. El positivismo al que me cuesta horrores llegar, la incertidumbre de no saber ni dónde estoy parada y la proyección de qué es lo que va a venir. Solía decir que en la vida todo es un boomerang, y verdaderamente creo que a esta altura no puedo negarlo.
Bullshit.
No hay comentarios:
Publicar un comentario