EL cuelgue que tengo. No, no, es una cosa importante le digo eh, pero bueno. Cargo una cuota increíble de positivismo así que me propuse escribir algo antes de que esto se esfume y caiga nuevamente a la realidad. Fiel a mis convicciones y los consejos que suelo dejarle en este espacio de expresión, hoy fui a una reunión de meditación, en grupo por supuesto. Éramos muy pocos; a saber, el maestro, dos compañeros y yo. Él nos indicó el camino hacia la sala, antes de entrar dejamos nuestro calzado y una vez que estábamos en el interior del lumisal nos sentamos en almohadones dispuestos en forma de círculo alrededor de una mesa ratona. Los colores de la sala eran cálidos pero apagados, entiéndase, una gama de rosas muy oscuros rozando el bordó, borravino, etc. Había plantas y muchos sahumerios, olor a incienso y figuras del Buda y otras personalidades de esas creencias. Fue una sesión de media hora en la cual logré desconectarme bastante del mundo actual, e intenté ver mis problemas desde otra perspectiva. Salí del lugar con una calma que hacía mucho no sentía y una sonrisa en mi rostro, esa sonrisa que no subsana la mirada de tristeza, pero que sí me recuerda que si me lo propongo puedo encontrar un momento de calma en medio de este gran desorden. Ese desorden que siempre menciono lo observé desde otra dimensión y si bien no pude sacar grandes conclusiones, sí pude comprobar que no estaba equivocada al pensar que el caos era importante. Luego fue cuestión de sociabilizar un poco, por algo vivimos en comunidad, y por primera vez sentí que el mundo iba muy rápido, que todos iban a una velocidad considerablemente más rápida que la mía. Esto también es positivo dado que siempre digo que no puedo parar, que es imposible poner el freno de mano y que muchas veces trae aparejada la depresión. En el supermercado viví un hecho tan colgado como gracioso en el cual un sujeto me convidaba palitos salados luego de invitarme a ponerme delante suyo en la fila de la caja, situación a la que no accedí porque la honestidad está ante todo. Luego me habló una mujer de la tercera edad y me dio mucha ternura, aunque siempre pienso que me gustaría tener una abuela a la cual abrazar y contarle lo que hice durante el día, mis aciertos y errores, etc. No quiero extenderme en todo lo que hice y sentí hoy porque fueron muchas cosas, pero entonces quiero insistir en que realicen alguna práctica, no estoy hablando de grandes libros, más valen diez minutos de práctica que leer todos los libros del mundo.
Solo si se consigue frenar un poco, solo si se consigue conectar con lo que es uno dentro de este Universo, solo de esa manera las cosas se ven como son, y las soluciones pueden salir de manera más simple. Ojo, que no me hago la genia reglando consejos, yo estoy lejísimos de estar donde quiero estar, pero un momento de gloria cada tanto hace sentir bien a cualquiera. Lean, o pregunten, o practiquen por el solo interés de ver qué se siente, busquen mantras, textos, imágenes, sonidos o lo que mejor crean para ustedes.
La primavera en Praga .
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