martes, 24 de julio de 2012

Recipe .

Muy dos mil seis, muy. Como la conversación de hoy con mi antigua colega, que en realidad hacía referencia a un par de eventos ocurridos en el dos mil ocho, pero que mi mente inexorablemente relaciona al dos mil seis. Gran año, como siempre digo. Mi mente genera un vínculo exacto con nofx, shaila, un departamento en Buenos Aires y los discos de Clinch y Ex-In. Con una foto en el anfiteatro, con una frase que si bien rondaba lo cursi no podía dejar de ser punk. Porque así éramos. Las uñas de mil colores, los alfileres de gancho y el pelito fucsia. Las gillettes y el brazo hecho mierda, el llanto y la incertidumbre: acá también contamos las batallas perdidas. Mis hijos, Joako, Aleska y Fridokalo, a quienes tiempo más tarde sucedieron Hortencia y Charlotte. Qué increíble, no? Cómo pasa el tiempo y cómo hay recuerdos que permanecen intactos. En los detalles, sobre todo. Las mentiras en casa para poder salir con quien mis padres odiaban, las rateadas del colegio para ir a fumar vaya a saber qué, andar en skate y cuatri. Wow, el cuatri, casi lo olvidaba. Qué nena era, tan rebelde en algunos aspectos y tan pequeña e insegura en otros tantos. Cuánta violencia marcó esos capítulos, cuánto también de creer junto a mis amigas que nos comíamos el mundo, porque nuestro mundo, lo devorábamos. Y pensar que empecé así la entrada, porque mientras escuchaba un tema de Arjona que hablaba sobre vivir sin recetas, hice la asociación directa con Recipe por Hate, y ahí todo devino en una avalancha de recuerdos. Cuánta emoción. La caminata de aquel día a las tres de la mañana por una vía abandonada, ese día llegué a casa en cualquier estado y llorando. Notición, creo que lloraba un flaco, pero no estoy segura. Volviendo a la racha dos mil seis, el otro día recordábamos a mi amigo el emo, que algunos odiaban tanto pero sin embargo me hacían reír. No pudimos ser menos y lo buscamos en face, es increíble cómo la gente va mutando a lo largo de su existencia, tremendo. En aquel entonces fantaseábamos con casarnos y ser felices, con tener mucha música de mierda, puchos y golosinas en la casa. Con un gran libro en el living, que narre los recuerdos y lo mágico de cuando nos habíamos conocido, para enseñar a nuestros hijos y a las visitas. Queríamos invitar a creer, porque creíamos. Hoy ya no sé si creo, pero como dijo mi ex jefe y referente por excelencia, alcanzará con que crea en mí misma. Como siempre decimos, no se puede andar dependiendo de los demás, aunque un mensaje de texto o un bbm nos da ese instante de felicidad. Saben por que? Porque nos recuerdan que existimos, que acá estamos y que hay alguien más además de nosotros que lo sabe. Fuimos felices. Y a veces es ese recuerdo de felicidad el que nos insiste en volver, en ir hacia atrás una vez más. Lo malo es que puede ensuciar el recuerdo, aunque nunca arruinarlo por completo. La memoria está para eso, para que tengamos presente las cosas por las que hemos pasado. Las buenas, y las malas. Quizás para no repetirlas, quizás para repararlas o quizás solamente para tener en cuenta lo sencillo que es meter la pata. Si algo aprendí en filosofía, es que las cosas siempre se ven mejor de lejos, por eso insisto en esta necesidad de irse al carajo y volver. Yo vivo yéndome al carajo, y hasta ahora siempre he vuelto. Cuando me cortaba, cuando  quise morir por primera vez a los dieciocho años, cuando tomé alcohol hasta no saber quién era, cuando consumí porquerías a más no poder, cuando quise morir hace poco más de un año, cuando llegué al límite con mi familia, y podría seguir mencionando situaciones. Pero para eso estamos acá: debemos resolver muchos asuntos, aunque tal vez, muchos menos de los que creemos. A veces cuando vuelvo me doy cuenta que la vida no es complicada, sino que somos nosotros los que ponemos trabas y barreras por doquier, qué se yo. Todo en la vida son etapas, y cuando terminamos una, en seguida empieza otra. Lo importante no es solamente disfrutarlas, sino aprender, o al menos aceptar las cosas que nos tocan. Aunque todo se vuelva demasiado oscuro, aunque no querramos estar en ningún lugar, aunque imploremos por ese abrazo que todavía no va a llegar. Me hubiera perdido muchas cosas, no lo niego, pero tampoco me hubieran juzgado si ya no estaba acá. Como siempre y para cerrar, lo más triste que puede pasar, es sentirse solo. Que no es lo mismo que estar solo, cuidado con eso.


Cada recuerdo de lo que soy lleva impregnado tu nombre .

No hay comentarios:

Publicar un comentario