Hoy me fui a Quilmes, hacía frío y yo no sabía bien a dónde iba, dónde bajar, cuánto pagar, etc. Mi frase al colectivero fue "No sé bien a dónde voy, cobrame más o menos". Habrá creído que estaba drogada y accedió. Todo el camino fui imaginando qué sucedería si me bajaba en ese lugar, todo completamente desconocido y de un nivel socioeconómico que debería dejar de existir, porque es muy injusto. Contemplé la vida de barrio, la gente humilde pero trabajadora, esa que merece todo porque brinda a sus hijos educación y no malos ejemplos. Los chicos jugando a la pelota en la calle, las señoras haciendo los mandados para el almuerzo en familia, esas cosas que me recordaron un poco a mi infancia, cuando me gustaba despertarme temprano los domingos para jugar al supermercado o a la científica mientras papá cocinaba el asado y mamá cebaba mates. Las hojas del otoño, ese sol que parece abrigarnos el alma, enfrentado a toda esa crueldad que ansío se termine. Luego llegué, con muchos nervios porque tenía miedo de perderme, pero mi GPS mental todavía funciona un poco. A lo lejos me saludaba mi primita, dándome la bienvenida y felicitándome por no haberme perdido. Tan tierna, tan increíble el vínculo que logré ahora si pienso que de chiquitas no la podía ni ver, una vez me pusieron en penitencia por patear su cabeza. Sí, era violenta si me molestaban. Volver a ese lugar que hacía más de un año que no iba, con su olor y sus características propias, el abrazo con mi madrina que sé que no puede creer como he cambiado. Los diálogos, los chistes, y entre todo eso papá y mamá, y como si todo esto no fuera un combo feliz, Lu con sus teorías y gestos nerviosos, muy similares a los míos. El regreso a casa recordándome que el pánico aún no se fue, que todavía queda mucho por trabajar pero ante todo la satisfacción de los buenos actos, las pequeñas cosas que se irán agregando a la lista. Ya después uno queda inmerso en los temas de todos los días, y la rutina que agobia bastante, pero que también es la que nos hace seguir. Abrirse, expanderse, conectarse... esos términos que suelo repetir pero solo porque tienen un buen fin.
¿Que vas a morir de ternura? Yo voy a morir de ternura.
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