“Pedí pista” nos decía papá cuando alguien se colgaba en el aula, haciendo referencia al dialecto de quienes andan en avión y se pierden, algo así. Eso necesitaría yo ahora, pedir pista, pedir pista urgente de dónde es que estoy, de qué es lo que estoy haciendo. También me gustaría escucharlo a él diciendo eso, haciéndome reír como tantas veces, incluso cuando me hacía enojar. Es que a veces me pongo a pensar en la cantidad de cagadas que me mandé, y entiendo un poco cómo se sentían hace unos años, y eso que las peores cosas no las saben, algunas porque fueron más adelante, aunque todas venían peleando el podio desde que tengo dieciséis años. A veces pienso en lo orgullosos que están, y en cómo se equivocan, yo no estaría orgullosa de tener una hija como yo, o tal vez sí desde el punto de vista de que siempre tuve que arreglarme sola, entonces las salidas podrían ser entendibles. De todos modos insisto, si de verdad supieran algunas cosas, no sería lo mismo, y si no las saben es por eso, porque no puedo generarles ese daño, además de que no me gustaría perderlos y sé que eso sería muy probable.
Como si esta novela no fuera ya un gran mix de cosas sin sentido, de cosas malas repitiéndose y buenas alejándose hasta parecer inalcanzables, llegando al final se pone todavía más increíble. Se agrega una secta neonazi destructiva, yo sí que las tengo todas eh, pero sigo pensando que ese lugar me hace bien, y si me lavan el cerebro… bueno, ya se verá, o no, y así habrá tenido que ser. Secta neonazi destructiva, vuelve a repetirse esa palabra en mi cabeza, mientras no sé si reírme o llorar porque no hay una sola cosa que me salga bien. Secta neonazi destructiva, ¿en dónde te metiste, merock?
Te pido que me acompañes a cambiar de aire, a ver el cielo y el mar.
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